Por Irene Gil de Soto
Caminos cruzados es una novela histórica que se desarrolla durante la guerra de
sucesión española. Este acontecimiento bélico que acaeció a principios del siglo XVIII, fue
tanto una guerra civil española como un conflicto internacional. Reinaba por aquella época
el Rey Carlos II de Habsburgo, también conocido como el hechizado, quién murió sin dejar
descendencia y en su testamento como heredero al trono a Felipe de Anjou, nieto del
famoso rey francés Luis XIV.
En aquellos tiempos el Imperio Español gozaba de un inmenso poder, por lo que el
monarca del mismo era de vital importancia a nivel geopolítico. Dentro de las fronteras
españolas, esta guerra enfrentó a unos territorios con otros; aragoneses y catalanes se
enfrentaron a castellanos, y fuera de las fronteras tanto el Imperio ruso como Austria,
Hannover, Países Bajos, Prusia o el Imperio ruso entre otros se enfrentaron a los franceses.
El núcleo del conflicto residió en el poder que se le conferiría a Felipe de Anjou sería
desestabilizador en el equilibrio de fuerzas en el mundo, ya que, además de heredar la
corona de España, haría lo mismo con la francesa. Esto creaba un gran recelo entre las
grandes potencias contemporáneas.
Después de esta breve contextualización histórica, de vital importancia para
comprender la trascendencia de la novela, vamos a centrarnos en la misma. Como viene
acostumbrándonos el autor de la obra, prosigue con su estilo narrativo contundente y
cuidado, aunando largas y profundas descripciones a las que no se les escapa detalle con
vehementes diálogos tanto internos como externos. Cabe destacar el uso combinado del
narrador en primera persona del protagonista de la historia con el narrador omnisciente en
tercera persona que usa él mismo para narrar las historias de aquellos personajes
igualmente importantes en la trama sin llegar a ser activos en el presente de la misma.
Este tipo de narrativa permite simultanear y sincronizar no sólo diferentes historias y
personajes, sino sus visiones y sentires respecto a los acontecimientos descritos en
diferentes planos temporales. Esta es una de las razones por las que cabe destacar el
certero título de la novela, que con tan solo dos palabras transmite la esencia misma del
escrito.
A lo largo de la historia, vamos descubriendo múltiples historias de vida, de cada
personaje a lo largo de su trayectoria vital. El narrador en primera persona va contando
retazos de su vida entrelazándolos con otros de los que serían también protagonistas, sin
ser narradores. Este compendio nos va permitiendo conocer a la persona que nos cuenta
las historias, acercarnos a sus sentimientos y personalidad. En cambio, el autor a través de
este personaje no nos revela su identidad hasta casi transcurrida la novela completa. En mi
opinión es un desarrollo tan acertado que, para cuando leemos quién es, ya lo intuíamos y
le sentíamos como un conocido amigo.
Otra de las características más reseñables del estilo literario de Antonio P. Bueno es
el mimo y detalle que desprende todo aquello que escribe. Es una experiencia de palabras,
simbolismos, toponímicos, lugares y otros muchos pormenores conjugados al dedillo. Esto
puede pasársele por alto al lector, pero es lo que hace que la historia en sí te atrape y creas
por un momento estar en esos lugares con esas personas. No puedo olvidarme tampoco de
mentar la gran labor de documentación histórica y geográfica requerida para poder llevar a
cabo la narrativa de la manera citada.
Como mención especial querría ensalzar el cuidado y el mimo con los que trata la
historia y los detalles de lo que hoy es la Comunidad Autónoma de Aragón y en la época de
la novela la Corona de Aragón. Territorio importante dentro de la historia peninsular y, para
desgracia de quienes apreciamos estos menesteres, poco conocida y estudiada en la
educación, por lo menos en lo que a mi experiencia respecta. Este libro me ha enseñado
cosas de este lugar, para mí lejano, que han sido interesantes y satisfactorias. Por otro lado,
como vascoparlante que soy, no me gustaría pasar por alto el guiño al euskera al ponerle al
pastor del Pirineo Navarro el nombre de Artzaina, que significa justamente eso. La fusión y
hermanamiento cultural no nos dan más que riqueza, sabiduría y, sobre todo, tolerancia,
respeto y admiración por lo diferente.
Una vez desgranada la escritura de la obra, me voy a centrar en lo que para mí es lo
más importante de la narración; el núcleo y la esencia de la misma, con la enseñanza y la
reflexión que podamos desentrañar de ella.
Tal y como he citado al principio de este escrito, el contexto histórico de la historia
nuclear de la novela, con todas las consecuencias e historias adyacentes, se desarrolla
durante una de las muchas guerras que se han sufrido en España como en el mundo,
siendo este el caso de la guerra de sucesión. A mi modesto entender, las contiendas
bélicas, sean de la naturaleza y origen que sean, se inician a sazón de lo que los más
poderosos de ese momento, sean quienes sean, deseen o sientan que necesitan para
mejorar su estatus o porción de poder. Para ellos puede que no sea tampoco fácil, pero los
que finalmente más acaban sufriendo son la gente de a pie, ciudadanos, súbditos,
habitantes, patriotas o como cada uno en cada época haya denominado.
Mientras que la alta alcurnia como la corona, nobleza, alto clero o lo que hoy en día
definimos como establishment cree marcar el rumbo de la historia de la humanidad con
decisiones como empezar una guerra, hay muchísimos miles de vidas humanas que se ven
truncadas sin ser preguntadas ni tenidas en cuenta. En Caminos cruzados encontramos
varios ejemplos de estos, y vemos que, por la miseria y necesidad creada por la
desigualdad entre personas de una misma o distintas sociedades, estas se ven arrastradas
a participar en tan horripilantes actos por el mero hecho de poder ganar una paga (que
además, en muchos casos ni siquiera acababa llegando) e intentar sustentar una familia.
A lo largo de la narración se denota este hecho recién mencionado, ya que más de
un personaje acaba por cambiarse de bando con la mera esperanza de subsistir. Muchos de
los sucesos relatados son tan realistas e intensos que te tienen con el corazón en vilo desde
el comienzo de la novela. Y ahí lanzo, como es costumbre en mí, una reflexión acerca de lo
que, al fin y al cabo, nos enseña Caminos cruzados, que pareciendo menor la trascendencia
para mí la tiene y mucha; tras vivir y sentir cada suceso bélico o consecuencia de ello con
tanta desazón, ¿De verdad merece la pena tanto sufrimiento? ¿Por qué no se nos enseña
desde pequeños está cara de la historia para aprender de nuestros errores? ¿Por qué
seguimos a día de hoy con contiendas similares aunque adaptadas a la sociedad
contemporánea?
Estas cuestiones son algo que me atormentan cada día, sobre todo teniendo en
cuenta y siendo consciente de que, a día de hoy, en este mismo instante, hay miles de
Janes, Nickes o Juanes sufriendo igual que ellos lo hicieron. Heridos de guerra que, al fin y
al cabo, sea en el siglo que sea, siguen siendo humanos que persiguen la felicidad y el
bienestar propio y de los suyos, luchando por ello y para sobrevivir. Siendo consecuente
conmigo misma, desde aquí o desde donde me sea posible, me gustaría hacer un
llamamiento al discernimiento colectivo e individual de esta sociedad para con aquellos que
hoy están en situaciones así; los que por privilegio no lo estamos, muchas veces de manera
inconsciente no tratamos o acogemos como debiéramos. Hago otro llamamiento a los
poderes fácticos que puedan hacer algo por parar este sufrimiento de tantos. ¿Acaso no
hemos tenido ya suficientes guerras y dolor en nuestra historia por cosas, al fin y al cabo,
insignificantes para nuestra vida y bienestar cotidianos? ¿No se acaba causando un
innecesario dolor tanto colectivo como individual a corto, medio y largo plazo?
Esto es algo de lo que podríamos seguir hablando largo y tendido, y que, gracias a
obras como esta que fusionan historia y ficción, aprendemos, recapacitamos y miraramos
en nuestro interior a este respecto. Y alguien podría preguntarse…¿Por qué dices esto?
Porque la información y el conocimiento son el poder más fuerte que existe para, aunque
sea cada uno desde su pequeña parcela, aporte su pequeña labor para ello. Aunque estos
gestos y acciones puedan parecer nimios, realizados en conjunto pueden tener más fuerza
de la que somos conscientes.
Esta es la conclusión que saco yo en este instante, y que seguiré revisando y
redimensionado a lo largo de mi vida gracias a, entre otras muchas cosas, historias como la
que nos regala Antonio P. Buenos en Caminos cruzados. Y tú, querido lector ¿Te atreves a
aprender, cuestionar y reflexionar? ¿Te atreves a sacar tus propias conclusiones? De
corazón espero que así sea e intentemos construir un mundo que sea mejor para todos y
cada uno de nosotros.
Mis agradecimientos a Irene Gil, por su trabajo con el que enriquece esta web.
Muchas gracias a ti, Antonio, por confiar en las palabras de una escritora neófita como la que escribe estas líneas. Tu propuesta de redactar una reseña me ha hecho descubrir el mundo de la escritura como tarea agradable e intrigante, descubriendo así una fuente de autorrealización muy satisfactoria. Al añadir a este hecho que mis modestas palabras colaboran con tu proyecto, no puedo más que sentirme doblemente agradecida por ello.
Un saludo y cuenta con mis opiniones y reflexiones cuando quieras y consideres.
No se trata tanto de confiar en las palabras de una escritora, que también, sino que se trata de confiar-leer-aceptar, la opinión de una lectora. No hay nada más importante para un escritor que le lean y sobre todo que le hagan críticas. Es esta interacción la que hace aprender y progresar al juntador de palabras.
Aprovecho para enviarte las felicidades por tu reseña de «Fátima», que otra lectora me transmitió, de hecho esa reseña sirvió para decidirse a comprar la novela.
Queda abierta la puerta para que sigas haciendo reseñas y observaciones a mis libros y a este blog siempre que lo creas conveniente.