A veces pienso, como hoy en que he ido a expresar mis condolencias a un amigo por la muerte de un ser querido suyo, que el alboroto y guirigay que se organiza en las salas de espera de los tanatorios, no es otra cosa que una defensa de los humanos para ahuyentar a la parca; visto desde otra perspectiva se podría decir que no es otra cosa que mala educación. Visto desde otra se argumentará que no es si no la idiosincracia del pueblo español, si es que le queda algo de eso.
Los hispanos de la península incluso tal vez los de las islas, creo que tenemos un sentido de la muerte y de la fiesta muy cercano el uno del otro, de ahí que la concurrencia de bastante gente en un lugar como puedan ser las salas de un tanatorio, no deja de tener algo de festivo, perdóneseme la posible irrespetuosidad, y digo esto puesto que suele ser un momento de encuentro entre amigos y familiares, que por lo general casi siempre hace mucho tiempo que no se han visto. Así se oye decir en los corrillos: ¡ Hombre mengano, no nos vemos mas que de bodas a funerales!, también se emplea el dicho «de higos a brevas».
Por supuesto que el dolor de los asistentes es sincero y aunque algunos no lo sientan en su corazón, están allí por convencionalismo social. Otra fiesta en definitiva.
Suele darse con frecuenciaen en los tanatorios la existencia de un bar, o como mínimo existen máquinas expendedoras de refrescos o café, por aquello de la celebración, que por otra parte se ha perdido, si no del todo casi del todo, al menos en las tierras que yo conozco más a fondo o en las que acostumbro a vivir,
Yo aún he llegado a participar en la comida de algún funeral, al final de la cual no dejaban de servirse las consiguientes copas de licor con el café, vamos, el tradicional y casi ancestral: Café, copa, y puro. Con la alegría y el humo se llegaban a contar incluso algunos chistes hacia el final; no hay que extrañarse de esto demasiado pues nuestros antepasados visigodos hasta la llegada de los árabes aun llevaban alimentos a las tumbas, hoy en día aunque por otros motivos se llevan flores, y los alimentos no se llevan a las tumbas sino que se hace o se hacía una comida entre vivos y para los vivos.
En consecuencia con estas observaciones, no resulta de recibo achacar el jaleo a la mala educación. Yo en realidad no diría mala educación, sino ineducación si se hace caso a la tradición del nacional-catolicismo de otros tiempos del siglo pasado. Pues eso, que no resulta de recibo echar pestes del guirigay de un tanatorio cuando hasta hace poco se decía: «El muerto al hoyo y el vivo al bollo».
La gente habla en voz alta para manifestar o manifestarse los unos a los otros, para pregonarse que están vivos y que están ahí para contarlo, en contraposición a la catarsis que también sufren o sufrirán en el momento de la inhumación o de la incineración. Gritar o propiciar un ambiente de cháchara de mercado, predispone a los deudos a que se despisten y olviden por algún momento su dolor, la conversación insustancial de los allegados ayuda a llevar, por atontamiento inducido, a los que sufren la pérdida de un ser querido, a una línea plana muy cercana al eje de las abscisas; por contra un silencio absoluto, tendería seguramente a subir la gráfica casi paralela al de las ordenadas, por consiguiente la idiosincracia de un pueblo sea A o B, no es tan tonta ni tan ineducada como a primera vista puede parecer.
Mientras sucede todo esto, el verdadero protagonista, el que ya no está entre nosotros, casi parece un invitado al que no se le hace mucho caso, pues él, se diría que ya está a lo suyo y seguramente riéndose de todos nosotros, los vivos.
Coincido contigo en muchos aspectos, no creo que se trate de mala educacion, ni siquiera de ineducacion. Partiendo de la base de que soy una persona que no acepta nada ni como ni desde un dogma. Parafraseando aquello de «humano soy y nada de lo humano me es ajeno» dire que mantengo la hipotesis de que, igual que no se puede estar riendo veinticuatro horas seguidas, no se puede estar llorando por la misma razon, tan simple como la resistencia humana, tanto fisica como mental. No quiero decir con ello que el dolor se diluya, simplemente que fluctua, igual que cuando prestas atencion en una charla, hay momentos que puedes estar mas centrado y otros que no tanto.
Como siempre magistral. Un saludo.
V.
Nada que añadir a tu acertado comentario. Me parecen atinadas tus observaciones de la fluctuación del dolor comparándolas con cualquier otra actividad humana, y es que si no hubiera un escape, un paréntesis, o un lapso de tiempo el que sea, serían el dolor y la felicidad insoportables