El centro de gravedad
En medio de la tranquilidad de la habitación se dejó oír un sonido, parecido al de una lámpara eléctrica al fundirse. Todo permanecería dentro de un arco variado de posibilidades si la luz hubiese estado encendida, pero no era el caso.
Se dejó oír nítidamente en el centro de la oscuridad.
Debía ser tarde, debía ser probablemente esa hora de la madrugada incierta y molesta, muy alejada de la medianoche y a la vez también, de aquellas horas preliminares en las que el día anuncia sus luchas por presentarse.
El ruido había sido lo suficientemente fuerte como para que le despertara y ahora su eco, mudo ya, parecía irradiarse desde un punto aproximado al centro de gravedad de la habitación.
Escrutaba con mirada temerosa el punto imaginario y los indefinidos rincones del dormitorio, que escasamente se adivinaban gracias a una inexplicable fosforescencia que parecía derramarse a través del cristal de la ventana.
Afuera reinaba una noche sin Luna, pues aquellos días coincidían con los de la fase de luna nueva, y la gélida luz de las estrellas y de los errantes (planetas), quedaba oculta por una espesa capa de nubes que presagiaban la próxima tormenta.
Trató de serenarse olvidando el incidente y dándose media vuelta se dispuso a olvidar y a retomar el sueño…
Un picor persistente en el pie derecho le sonsacó de la labor casi conseguida de recaer en lo brazos soñadores; después la incómoda postura del hombro izquierdo le obligó a cambiar de posición con un suspiro, más tarde un pliegue de la ropa de la cama lo sentía molesto en su espalda… después unas y otras cosas le fueron molestando como en una confabulación para impedirle retomar el sueño.
Unos ladridos lejanos le trajeron a la realidad y poco a poco le fue conquistando desde otro mundo paralelo la benefactora somnolencia…
Volvió a despertarle el tic molesto y metálico esta vez, hubiera jurado, desde el baricentro de la habitación, desde el mismísimo centro de gravedad. Volvió a investigar con ojos nerviosos sin hallar nada que justificase la existencia de una anomalía en medio de la cargada oscuridad, preñada de pesadillas, de respiraciones agitadas, repleta de persecuciones y amenazas.
Desde el centro de gravedad de la habitación, que estaba situado a la altura de la garganta de alguien que estuviese erguido, comenzaba a crecer y a tomar forma un ser inesperado e insólito, ingénito aún, que amenazaba con su oscura forma y sus antagónicas intenciones a cualquier mente que se le opusiera.
Para empezar se estaba gestando a la altura de la garganta, alimentándose de cualquier grito que quisiera salir en protesta, que quisiera nacer, alimentándose de cualquier diálogo reformado en una mente racional, que sirviera para explicar la monstruosidad y lo innecesario de aquel oscuro ser en el centro de gravedad de la habitación.
El ominoso silencio le insufló, no se sabe cómo, fuerza y valor para alargar un brazo fuera de las sábanas protectoras y encender la lámpara de la mesita de noche. No había nada en el centro de gravedad. Se colocó las gafas para ver mejor todos los ángulos cuando…¡volvió a oírse el mismo ruido…! Apagó apresuradamente la luz y se ocultó entre las sábanas y el cobertor de la cama. ¿Cuánto tiempo pasó?, no se sabe, como tampoco supo cuando se quedó dormido.
A hora temprana y con mal sabor de boca, la mañana era absolutamente gris, como también amenazaba que lo sería el día siguiente. Repasaba en pijama desde su ventana el cielo nuboso, cuando el tirador metálico de la tela mosquitera de su ventana, rozó suavemente, sometido al vaivén de una leve brisa, contra el cristal provocando un tic, un sonido parecido al de una lámpara eléctrica al fundirse.