Quería verlo todo
Quería verlo todo, otro de los relatos que aparecen en el libro «Cuentos del Cierzo», se escribió durante alguna noche de inicios del mes de febrero en el año 2 009. En este cuento el protagonista está indeciso ante su temor al primer día de escuela y, aunque no lo sabe, también ante lo que serán sus primeros novillos, al fin y al cabo también él es nuevo, es un novato, un novillo se podría decir, aunque no en el significado original, ya que él en vez de hacer como Estebanillo González «Mi oficio es el de buscón, y mi arte el de la bufa, por cuyas preeminencias y prerrogativas soy libre como novillo de concejo. (Anónimo, La vida y hechos de Estebanillo González 1646)», actúa como el novato y temeroso alumno en ciernes y, como no tiene malicia alguna, permanece toda la mañana embelesado en sus fantasías y pensamientos.
Quería verlo todo, para que ocultarlo más, es un relato autobiográfico que transcurre en la calle de Gallur (Zaragoza) que hoy se conoce como Primero de Mayo. Desde ella el protagonista observa a toda la marea de nuevos estudiantes que se encaminan a la escuela en su primer día.
El autor al final de este relato esboza un recuerdo en homenaje a su primer maestro, aquel que despertó en él, el gusto por las ciencias naturales y el hambre por conocer cosa nuevas.
La calle actual no se parece en nada a la del relato. Después de muchos años como puerta trasera de almacenes y corrales, hoy es una calle más habitada y viva en la que seguramente será mucho más difícil hacer novillos.
Aquella calle situada en otra dimensión del tiempo lejano, parece revivir en «Cuentos del Cierzo» y, con su historia nos evoca el gusto por el tiempo pasado trayéndonos a los oídos, viejos tañidos de campanas o el golpear de los cascos de los caballos
La fotografía que acompaña a este cuento, fue tomada en La Habana en el año 2013 y su autor es Álvaro Bueno como se señala en los créditos del libro.
Por otra parte la fotografía que ilustra esta entrada, corresponde a una escuela a muchos kilómetros de distancia, de la del cuento, a parte de que son totalmete distintas. No obstante siempre que paso por delante de ésta, a la que ahora me refiero, ubicada en una aldea gallega a orillas del río Sor, no dejo de admirarme de cual es el espíritu que animó a su fundación a principios del s.XX. Seguramente la filantropía de aquellos caballeros cuya pirámide corona el templete de lo que pretendió ser su campanil; mas abajo, simplemente esbozada, la vieira del caminante, del peregrino en la vida y en el aprendizaje.