Para subir a la falsa
Para subir a la falsa, uno de los relatos que aparecen en el libro «Cuentos del Cierzo», se escribió al inicio del año 2 009. Este cuento está ubicado en la falsa que existió en una vieja casona de la calle Cervantes número 6 de Gallur (Zaragoza), en la que nació el autor y en consecuencia conoció bien.
La casona después de unos años deshabitada, fue demolida por decisión de sus propietarios y casualmente correspondió realizar el trabajo al autor de este cuento. Trabajo que llevó a cabo no sin alguna lágrima, a sabiendas de que con aquella actuación mataba al testigo de una parte importante de sus años de la infancia. Hoy sigue siendo un solar cerrado en el que crecen las hierbas y punto de reunión de los gatos de la vecindad.
En su espacio desdentado tal vez sigan viviendo las aventuras, una existencia invisible y muy particular, en otra dimensión inalcanzable para nosotros los mortales, a no ser que accedamos a ella con el arma de la imaginación
Al escribir Para subir a la falsa durante una noche en el mes de febrero de 2 009, como se ha insinuado antes, parecían extenderse y flotar en el ambiente del estudio del autor, los antiguos aromas de la madera de pino, sin sangrar, de las vigas de la cubierta, mezclados con la callada quietud del polvo de años y años.
Este cuento ya había conocido también, como otros que le acompañan, una vida electrónica en un antiguo blog.
Al revivir su historia editada en «Cuentos del Cierzo», lo ha hecho además para ser el germen de una nueva novela que ya existe, Los Siete Escalones, que en breve verá la luz y en la que es posible gracias al arma de la imaginación acceder a otra dimensión, a ese espacio entrevisto en el solar desdentado de la vieja casona.
Dos fotografías acompañan a este cuento: la primera en el blog de librosynovelas es una escalera molinera apoyada en la pared de una vieja casa del año 1 933. Arranca desde un ambiente sórdido y se eleva hasta un altillo desconocido y un tanto misterioso, a través de cuyo hueco se adivina la penumbra en la que parece intuirse una promesa de descubrir algo dormido. En «Cuentos del Cierzo», este cuento aparece en compañía de la momia, podríamos decir, de un cuervo. En realidad el animal estaba disecado y colgado de una percha gracias a la cuerda que mantiene la tela que le envuelve, al estilo de una momia, dejando ver solamente las garras afiladas del animal y su pico. El fuego purificador dió piadosamente el descanso final necesario a lo que quedaba del trasfondo ocultista y esotérico de aquel ave, que con su pico indicaba también la dirección a seguir escaleras arriba, para llegar a la estancia donde se tomó la fotografía mencionada antes.
El autor de la fotografía del libro, copyright ©, es Álvaro Bueno como se señala en los créditos, también es el fotógrafo de la que acompaña al cuento en el blog. Ambas fotografías fueron tomadas por su autor allá por la primavera del año 2 013.