No se que habrá sido de aquel libro, Maldiciones Inconclusas, hoy que en esta tarde invernal soplando afuera el cierzo helador, me acuerdo de él. Me acuerdo al tropezarme entre mis archivos con este prólogo, de la colección de versos que no se si llegó a ver la luz.
Bien podría habérselo preguntado a Laurent de Lioncourt, pseudónimo bajo el que escribía los versos que me pidió en su momento que prologara.
No lo he hecho, a pesar de haberme encontrado con él en varias ocasiones, ni lo haré. La vida y sus necesidades apremiantes le ha llevado por otros caminos ajenos a la poesía y más cercanos al vil metal.
En todo caso por si aquel libro no hubiese llegado a ver la luz, vayan aquí las impresiones que me causó para que de algún modo vea la luz
PROLOGO
“Como poetas habitan los hombres la tierra”
Heidegger
.
“La poesía es un arma cargada de futuro”
Gabriel Celaya
En el verano del dos mil cinco, el autor de estas Maldiciones Inconclusas, me pidió que le prologara un libro que había escrito. Me sentí en ese momento halagado, puesto que en principio no sé cual sería en aquel instante la razón por la que el novel autor me hacía semejante solicitud, siendo que entre los amigos que él tiene, y amigos comunes o conocidos de ambos, seguramente que no habría que hurgar demasiado para encontrar otra persona más apropiada para este fin y con más capacidad; en cualquier caso le contesté afirmativamente pidiéndole que me remitiera la obra para leerla y poder así hablar de ella, o tratar de salir de semejante faena lo mas airoso posible, y en cualquier caso, que el desarrollo de la misma, y que mis apreciaciones fuesen lo mas certeras posibles si es eso lo que se pretende con un prólogo.
El caso es que año y medio después recibo de nuevo el encargo y el manuscrito.
Al hacer una lectura primera del trabajo que Laurent de Lioncourt me remite, recibo una bofetada de dolor a veces; utiliza el lenguaje como una herramienta cortante para descubrirnos lo oculto de su alma, de su soledad, o de su desesperación, Laurent escribe desnudando su alma, aunque a veces haya que releerle para darse cuenta de ello, nos habla de su desesperación por no encontrar lo que busca, nos habla de sus pulsiones sexuales, nos pregunta y se pregunta por el sentido de la vida y él se pregunta peligrosamente que hace aquí, haciendo a veces un equilibrio de funambulista sobre el filo de una navaja de afeitar; preguntas que se aclaran a lo largo de la obra a medias unas veces, o cayendo al pozo del olvido otras, lo que parece más conveniente, dejándolas que duerman allí o se ahoguen.
Laurent busca como todos; y ha descubierto con su poesía, sin saberlo, atravesándonos con las palabras, que la vida es libertad para elegir, y elegir es difícil, la libertad no está exenta de la lucha diaria, es dura y triste, plácida en otros momentos y alegre, en sus versos nos comunica que su lucha hasta ahora por la existencia es dura y difícil. Se pregunta por el sentido de esta vida, y él en sus poemas, descubre tal vez sin darse cuenta, que tiene un sentido hacia delante:
“La pregunta es la misma de siempre
¿POR QUÉ?
El mundo que me rodea parece irreal
Una puta fantasía controlada por alguien
a quien no acabo de caerle bien”
Que embate tan tremendo se propone al buscar ese sentido, a través del desgarro de sus poesías. En Fire in Paradise y en L’Ange Déchu parece preguntarse irracionalmente sobre el sentido de la muerte como aceptándola, pero no es así, sigue buscando la vida con fallos, como cualquier humano, y aunque esté a punto de desfallecer, se levanta y sigue:
“De repente me apartaste
suave pero enérgicamente,
te giraste y comenzaste a andar;
caí de rodillas llorando,
ni siquiera aquí cabía
piedad alguna del Cielo.
Me miraste una última vez
y, en silencio, tus ojos
melancólicos y casi muertos
me invitaron a seguirte.
era imposible, la sabíamos,
pero… a quién le importaba.”
En cualquier caso, falla Laurent al adoptar una pose de amigo de la muerte, quede eso para los legionarios (“novios de la muerte”), nadie sabe nada de la muerte y además, siembra de desconfianzas la buena fe del que lee, pues si la poesía es el arte de la desocultación como decía Heidegger, quede la tierra para los muertos.
Al leer Maldiciones Inconclusas vamos de sobresalto en sobresalto, presentándonos esos dolorosos versos, el autor se purifica atravesándonos con su palabra, y el lector después de haber bebido de ese manantial al que nos invita, acaba por rechazarlo y purificarse también; pasamos de una melancolía a otra, a veces sentiremos la necesidad de huir, pero nos engancha, unas veces de alguna manera morbosa, otras por la belleza de las descripciones absolutamente románticas, donde lo trágico y el dolor se unen, digamos a golpes sobre el yunque donde se trabajan y malean al rojo vivo los sentimientos
……
“no, aún llevo las gafas de sol
los ojos sería demasiado adentro
sería violarme
y así paseando tirarme al sol en un céntrico boulevard
como si fuera un lagarto que espera inocentemente a que un gato lo devore
Devoradme, por favor
pero en mi vida ya no hay gatos
a la que hubo
a la que tanto quise
(se llamaba Alexandra creo, nunca me lo confesó)
algún hijo de puta la escaldó
y ella huyó de mí como del agua fría
La perdí
Y aún sigo acá esperando sin esperanza
en este boulevard ahora ennegrecido por el manto de la noche”
……
O por ejemplo:
“Peurs
Sombras avanzando
carcomiendo rincones de ese rincón del parque apartado de la mano de Dios
en esa fétida urbe no más recordada por el Creador que los versos de un mal poeta
sombras avanzando
una farola rota dando cobijo a un corazón roto
quebrado como un espejo cuyos cristales intenté usar para cortarme las venas
que tremenda vanidad, usar mi propia imagen para morir
pero al fin y al cabo siempre ha sido así
Sombras que avanzan
Temores que avanzan
El temor a la soledad
El temor a morirse solo
Miedos que avanzan
Miedos”
Aristóteles decía que los productos del arte son como un soporte o una máscara de cierta verdad, y la poesía de Laurent enmascara a un hombre atormentado por su valentía de buscar a manos llenas, producto de la juventud impetuosa, esto lejos de ser una falta, no es mas que una necesidad que se atemperará o no con el tiempo.
¿Tal vez nadie debería atemperarse? ¿Será ese el elixir de la eterna juventud?
En sus poemas, Laurent nos desvela las huellas de su alma, con su lenguaje, nos transmite algún oscuro simbolismo de la misma, o quizás alguna carencia, o quizás esa misma búsqueda a la que me he referido con anterioridad.
Laurent de Lioncourt como muchos artistas tiene algo de nietzscheano, al oponerse con su ánimo exaltado al mundo actual que nos rodea pleno de artificiosidades y de razones de estado globalizado, Laurent como un principiante ahonda a pecho descubierto, sin red y sin seguridad social, en la oscura, insoportable, y cruel verdad de nuestra existencia sobre la tierra
Afortunadamente los versos traslucen a un hombre atormentado. ¿Quién no lo es en menor o mayor medida? ¿Quién desde su juventud hasta su madurez no ha pasado por esa búsqueda de sí mismo? Digo afortunadamente porque no se deja arrastrar a un profundo desinterés, no deja de estar intrigado por este mundo o por el otro:
“Palabras sordas
enmudecidas por la complicidad del silencio
sonrisas más prohibidas que los frutos del Edén
Miradas
ojos que son todo veneno y antídoto
et la fumée d’une cigarette
qui s’élève comme une vieille chanson espagnole à Paris
que se alza como los viejos enigmas de la humanidad
Preguntas
jeroglíficos trazados a fuego sobre las tiras de la piel de un cuerpo enfermo
de un corazón herido
de un alma moribunda
y ni una Piedra de Roseta para traducirlos”
Versos dolorosos, muy dolorosos a veces, como por ejemplo en:
“De noche en la soledad de un parqueajado por el infortunioanoche te soñéel templo del adios
aprendiendo a conocer las venas de mis muñecas
Abstracto dibujo liberatorio
Mientras junto a la luna
tan brillante
tan misteriosa
quiere dibujarse una cara
el rostro de un fantasma
que me persigue
que me condena
que siempre me acompaña
Y una gota de agua salada
que recorre un joven rostro
ajado por el infortunio.”
Asusta en sus versos, pero Laurent es bueno, y como escribe E.M.Cioran “Alguien bueno nunca se resolverá a quitarse la vida. Esta proeza exige un fondo -o restos- de crueldad. El que se mata hubiera podido, en ciertas condiciones matar: suicidio y asesinato son de la misma familia. Pero el suicidio es más refinado en razón de que la crueldad hacia uno mismo es más rara, más compleja, sin contar que se le añade la embriaguez de sentirse triturado por su propia conciencia.
El hombre de instintos comprometidos por la bondad no interviene en su destino ni desea crearse otro; sufre el suyo, se resigna y continua lejos de la exasperación, de la arrogancia, de la malignidad…”
Afortunadamente, el amor y la poesía, son la mejor medicina, porque la poesía y el amor van juntos, y son un arma cargada de futuro como se apunta al principio, y este es el que salva y hace seguir a Laurent adelante:
Anoche te soñé;
jugando, el rebelde viento
daba vuelo a tu pelo;
jugando, el sol iluminaba
tu rostro, mi celestial ángel.
Anoche te soñé;
pero era sólo un sueño,
maldita fantasía irreal;
pero era sólo un sueño
y el alba me hizo despertar.
Mejor que yo, dice Charles Baudelaire en su obra Las Flores del Mal, concretamente en el poema 128 La Destrucción.
A mi lado sin tregua el Demonio se agita;
En torno de mi flota como un aire impalpable;
Lo trago y noto como abrasa mis pulmones
De un deseo llenándolos culpable e infinito
Baudelaire ya en la, primera edición de sus “Fleurs” allá por 1857, intuye a todas las almas que la poesía es capaz de aunar, Laurent de Lioncourt parece una de ellas
Laurent de Lioncourt es como dice Charles Baudelaire mas adelante en su obra 129 Una mártir. Dibujo de un maestro desconocido:
En un cuarto tibio como invernadero
De aire fatal y peligroso,
Donde agonizan flores en su ataúd de vidrio
Exhalando el suspiro postrero
…………
Se nota que es muy joven.-Su alma exasperada
Y sus sentidos que mordió el hastío,
¿Se entreabrieron un día a la loca jauría
De errantes, perdidos deseos?
La esperanza aparece como un bálsamo entre los versos de Maldiciones Inconclusas, y nos ayuda con el autor a descansar un tanto en el poema que no puedo dejar de transcribir por su carga de intimidad y el juego del tiempo y de la luz:
“Le Temple De L’Adieu
Nada más melancólico
que los vacíos andenes de una estación al caer el sol
allá donde la soledad se aferra junto a los ecos de mil despedidas
adiós, adiós, adiós…
hasta siempre
allá donde el suelo se abona con la esperanza del reencuentro
pero no florece
tan regado por la sal de un millar de lágrimas derramadas
allá donde hoy yo mismo vine a cumplir el sagrado ritual
Una lágrima cae rodando por el rostro
y un te quiero
y un te voy a echar de menos
un emocionado abrazo
una mirada y las palabras no bastan
y a veces incluso estorban
Adieu mon amour
vuelve pronto
Adieu”
Creo que Maldiciones Inconclusas vendrá a ser, de continuar Laurent por el mundo de las letras, sobre todo espero que sí, dado su último embarque en la nave del periodismo, un trabajo de juventud. No se me entienda trabajo de juventud como algo incompleto, o sin desbastar, a veces se refiere cualquier crítica a los trabajos de juventud de los artistas, como a trabajos lejanos de la perfección o de la brillantez que se adquiere con el oficio. El oficio que elige Laurent es difícil y sembrado de muchas zarzas y abrojos que tendrá que asolar, tendrá todavía que seguir caminando el monte hasta que se desgaste la suela de sus zapatos, jirones de su ropa irá dejando en el camino sembrado de esas zarzas, pero estoy seguro o me gustaría acertar, a tenor de lo que conozco de su vida, que cuando entre en un zarzal sacará la perdiz viva de su poesía.
Otros muchos lo han intentado. El, será capaz de conseguirlo.
Antonio P. Bueno Velilla
Bilbao, enero 2006