La niebla densa que ya se había formado desde varias horas atrás, rodeaba ahora a los expectantes y asombrados asistentes a la representación que se había anunciado desde unas semanas antes. Sobre la arena de la playa se habían ido congregando poco a poco algunos centenares de personas llamadas por el espectáculo prometido.
La luz se diluía entre la espesa e inusual densidad de aquella extensa nube que ahora arropaba los cuerpos de una manera incómoda. Los sonidos de las voces y de las risas llegaban apagados hasta los vecinos que a veces se mostraban un tanto inquietos ante lo inesperado del momento.
El color gris que la niebla daba al entorno colaboraba en acentuar el instante de intranquilidad que estaban viviendo. Pronto los grupos comenzaron a ser invisibles los unos de los otros y los comentarios de éstos, al principio divertidos, se fueron convirtiendo en un fenómeno desde curioso al comienzo hasta alarmante a continuación. Bastaba con dar dos o tres pasos hacia atrás para dejar de ver a quien mantenía la animada conversación, llegando su sonido como si fuera desde otra habitación, sólo era menester volver sobre sus pasos para reencontrarse en compañía. Este hecho que resultaba original y nunca visto por aquellas latitudes y en aquella estación, se acentuó más, de modo y manera que si se alargaba el brazo no llegaban a verse los dedos de la mano.
El miedo comenzó a mordisquear las espaldas y los pies de los presentes que permanecían ahora muy quietos y juntos por miedo a perderse. Las exclamaciones de algún asistente ponían una nota de color al principio que eran celebradas con risas por la mayoría, pero poco después aquellas divertidas manifestaciones se convirtieron en broma pesada.
Los aislados oían gritos sorprendentes incluso se diría que desgarradores, se apiñaban los más cercanos posibles los unos con los otros, e incluso se cogían de las manos, a la vez se escuchaba el reflujo de la blanda marea que iba adueñándose de la playa poco a poco y de esa misma manera extrañamente, comenzaron a perderse de vista entre sí, sin saber cuando se habían soltado de las manos.
El agua verdiazul de buenas a primeras resultaba casi caliente, extrañamente caliente, pero después se enfrió cuando como una segunda piel fue recubriendo primero los tobillos, más tarde las rodillas, fue entonces cuando aparecieron si, fue como un roce, después como un toque, al poco como un empujón seguido de un aleteo. Un rebullir fugaz sobre la superficie seguida de una pequeña descarga eléctrica que dejaba a los solitarios y, a la fuerza náufragos, llenos de temor. Corrían sin verse los unos a los otros, se escuchaban gritos entre la niebla cuando comenzó la fase de las descargas eléctricas, todos buscaban tierra firme sin saber donde estaba, chapoteando sobre el agua llegaban a tropezar unos con otros al no verse hasta el último momento. En pocos minutos la que hasta hacía poco había sido una tersa superficie marina, era en aquel instante un burbujeante mar de agua y espumas salpicadas por los pies de los que huían sin rumbo para ponerse a salvo de las descargas de las rayas, cuyo banco se había aventurado hasta la orilla en persecución de un cardumen de mújoles y otros peces costeros.
Al día siguiente la prensa y radio locales daban cuenta del extraño suceso en el que accidentalmente algunos de los asistentes al evento festivo de la playa habían sufrido el encuentro inesperado con un banco de rayas próximas a la línea de la costa.
Muy chulas tus narraciones,que hacen buscar el final con inquietud, aunque no te conteste a todos tus envíos, los leo y me gustan, ánimo y sigue haciéndose pasar buenos ratos, un abrazo
Perdón por mi tardanza en responder. Lo cierto es que el sistema no me había avisado de este comentario que por lo que veo, es del pasado 26 de diciembre. Me llena de alegría que paséis burnos ratos con la lectura quienes me leéis. Si consigo que quien me lee busque como me dices el final con cierta inquietud, me doy por satisfecho. Gracias.