Vaga claridad
Entre la vaga claridad que parecía adivinarse en aquel espacio insondable a través del que no se atrevía, por un temor indefinido, a moverse, parecía abrirse paso una sensación enervante, como si de una esencia extraña y desconocida se tratase.
Hacía muchas horas, tal vez, que se encontraba en aquella situación, no sabría decirlo, pues al intentar recordar hacia el pasado, su mente hallaba como un muro infranqueable que le impedía reconocerse en su fuero interno. ¿Quién era, donde estaba, qué hacía allí…?
Todas estas preguntas le daban vueltas en la cabeza desde hacía mucho tiempo, ¿o poco…? Era como si estuviera dentro de una amasadora. Bueno, no sabía que era una amasadora, no era capaz de relacionar la palabra con el significado, o con el objeto, si es que era algo una amasadora. ¿Y por qué venía a su mente aquella palabra…?.
No sentía vértigo, tampoco era capaz de discernir exactamente en que postura estaba.
Qué extraña palabra, postura, que ahora llegaba como renaciendo seguramente en su cerebro. Quiso pronunciarla: Postura, postura, pero no pudo, ¿o no sabía?.
Tenía una vaga idea de la verticalidad, de eso estaba seguro, de que alguna vez había estado en posición vertical. El atisbo del posible significado de aquella palabra le producía como un cierto sofoco al pronunciarla en lo más recóndito de su mente. Algo le decía que no estaba en postura, ¡uf otra vez postura! Qué sofoco. Algo le decía que estaba en una posición, esta vez encontró en su cerebro otra palabra nueva, posición. Posición era más elegante…
La posición le transmitía dureza y frío, mientras que con el transcurrir del tiempo, por cierto, no sabía que era eso del tiempo… Iba descubriendo cosas que no sabía, pero que al parecer en otra etapa había conocido, palabras como tiempo, por ejemplo, que estaban albergadas u hospedadas en alguna parte de su ser y que ahora a destellos, o como a chispazos, se le iban representando, se le iban poniendo delante para que las pronunciara.
Bien, pues en esta serie de descubrimientos que experimentaba, percibió frío y ahora sí, ahora sí que sintió el frío a lo largo de toda su posición. Se percató en medio de una especie de acaloramiento que le recorría la espina dorsal. ¡Espina dorsal, quería decir espina dorsal y no podía…!
Una refracción de la luz se produjo en su interior mientras que le rodeaba la tiniebla, al descubrir que no tenía el don o la capacidad de usar la lengua, las cuerdas vocales.
De descubrimiento en descubrimiento sintió una parte de su ser que necesitaba humedad, hálito para hablar.
En aquella vagarosa sensación en la que de continuo se movía, como si un vaivén le llevase de una a otra parte pausada y tardíamente, comenzó a descubrir también en el espacio insondable del principio, la identidad de sí mismo, como si su forma se hubiera vaciado en aquella oscuridad y ahora empezara a convertirse en una criatura surgida desde el otro lado, en el límite de la conciencia.
Cuando el miedo comenzaba a atenazarle, como otra nueva sensación, al encontrarse cara a cara con él, le lanzó un grito mudo de terror, con el que quería traspasar el umbral o un hueco en aquel muro infranqueable, que desde el principio se erguía ante él. Sintió que algo le oprimía. Algo laceraba una parte de su ser a su costado y creyó agitarse en sueños.
Una luz que no podía ver tras sus párpados cerrados se derramó por toda la oscuridad. En ese mismo instante un ruido chirriante de cadenas y cerrojos acercaban unos pasos apresurados hacia él.
—Está vivo, está vivo —susurró una voz temerosa.
—¡Salvado por la campana! —gritó otra.