Jasón y Argos

La aventura de las aventuras o Jasón y Argos

Desde el amanecer empezaban a batear el oro del fondo de la corriente con pieles de carnero. Los guardias estratégicamente apostados, vigilaban la labor de los esclavos que trabajaban encorvados de sol a sol, con el agua hasta las rodillas. Al final del día muchas de las pieles quedaban empapadas de agua apresando entre su lana el cieno dorado y fragmentos del preciado mineral.

De vez en cuando algún esclavo conseguía escapar y con él, el secreto de la obtención del oro, dando lugar a historias sobre lugares en los que se criaban carneros con pieles de oro.

Un lejano lugar entre los ríos Fasis y Halys parecía ser aquel del que había llegado el viajero que ahora yacía herido, hambriento, sediento y derrengado a los pies de Argos el hijo de Aréstor. Hablaba en un idioma extrañísimo y desconocido, del que nunca habían escuchado sus palabras, resultaba además de por lo impronunciable, un tanto bárbaro a sus oídos. Lo único que consiguieron interpretar a duras penas era precisamente su procedencia, de aquel lejano lugar entre ríos.

No hubo tiempo para más, al poco con un suspiro entregó su vida que había sido miserable y dura, pero en su semblante pareció dibujarse, a pesar de lo quemado por el sol y las fatigas de la vida, un rictus de paz y de descanso por fin. Por equipaje llevaba envuelto entre unas pobres telas, una piel de carnero que brillaba como el oro. Al sacudirla desprendía un polvo dorado que despertó la codicia de los presentes.

Aquel día Argos, como experto constructor de barcos, estaba dibujando sobre una tablilla de cera las nuevas líneas de la que iba a ser la nave que había visto en sueños, él daba gracias a la diosa Atenea atribuyéndole a ella su inspiración. No sospechaba Argos que su diseño iba a ser el medio por el que se iniciaría uno de los viajes más famosos de la historia, pasando el tiempo.

No hacía mucho además que había conocido al que se convertiría en su mejor amigo, Jasón, éste era nieto del rey de Jaleo, en Magnesia y como hijo de buena familia había recibido una exquisita educación de su maestro el centauro Quirón.

Hasta la fecha Jasón no había tenido que preocuparse por ganarse la vida y ahora en su viaje de regreso a casa había conocido a Argos. Existían entre ambos no obstante grandes diferencias, mientras que Argos era decidido y un tanto cruel, Jasón era más acomodaticio pero como ya se ha dicho antes, bien educado además de caballeroso. Se hallaba en su camino a punto de cruzar un río, cuando de entre la espesura de los sotos de las orillas salió a su encuentro una anciana rogándole que la ayudase a cruzar al otro lado del río. Como buen caballero no lo pensó dos veces, cogió a la mujer en brazos y la trasladó hasta la otra orilla. En el cruce del río perdió una sandalia, acontecimiento que le iba a delatar. Tras llegar a la otra orilla antes de depositar a la anciana en el suelo pedregoso de la ribera, la anciana se desvaneció de entre sus brazos en medio de un aura que depositó algo parecido a un beso en su frente. Le besaba en agradecimiento por su acción, la propia diosa Hera, protectora de Jasón, como se habría de demostrar al correr de sus aventuras.

Al llegar a Jaleo se dirigió inmediatamente al palacio del rey, pues sabía secretamente que a la muerte de su abuelo debería haber sido rey su padre Esón, pero el medio hermano de éste, Pelias, usurpó el trono por la fuerza. Por esta razón llegó hasta el palacio, para reclamar lo que por herencia le correspondía.

Asombrado por la petición y la arrogancia del joven, decidió Pelias en su interior que lo mejor sería mandarle matar, pero se refrenó al darse cuenta de que le faltaba una sandalia.

Al poco tiempo de haber usurpado el trono, hizo una peregrinación a Delfos, a fin de conocer por boca del dios consejos para su reinado. Llegado al templo dedicado a Apolo, situado al pie del monte Parnaso, recordaba ahora con añoranza aquellos años de juventud y aventura. Aquel día en que ofrecía a Apolo la tarta hecha con miel por sus propias manos, el sacrificio de la cabra, el olor de la carne quemada en la hoguera mientras la rociaba con agua. Los temblores del cuerpo del animal ofrendado, señal de que Apolo hablaría.

Tras el sacrificio, Sibila la anciana pitia recogió sus preguntas y se encerró en la cripta del templo sentándose sobre el trípode situado sobre el ombligo del mundo. Después de largas horas de masticar hojas de laurel, espolvoreando harina y bebiendo el agua de la fuente sagrada, entró en trance. A la salida hubo de pagar unas monedas al Profeta para que le interpretara las enigmáticas palabras de Apolo por boca de Sibila: “Guárdate del hombre con una sola sandalia”

Con este recuerdo supo Pelias quien era el joven que le exigía el trono, el hijo de su hermano Esón. Para entregarle el trono le impuso la condición de que habría de traerle la piel de oro sobre la que huyeron volando hasta el reino de Colquis los hermanos Frixo y Heles. A pesar de la dificultad y el riesgo que entrañaba semejante encargo, partió en la nave de su amigo Argos y cincuenta navegantes más para cumplir la imposible tarea.

Pelias quedó satisfecho creyendo que lo enviaba a la muerte.

Jasón y Argos.Muerte de Pelias.Aventura,librosynovelas
Jasón y Argos. Muerte de Pelias.Aventura,librosynovelas

Partió pues el Argo en dirección a Colquis recalando en la isla de Lemnos en donde fueron retenidos durante un tiempo por las mujeres que habían tenido que matar a sus hombres. Al hacerse a la mar de nuevo, en llegando al país de Salmideso pudieron rescatar al ciego Fineo de la cautividad de las Harpías, en agradecimiento les señaló la ruta a través de las Rocas Azules, dos enormes peñascos flotantes que aplastaban entre sí a todas las naves que se aventuraban por aquellos mares.

Una vez que hubieron llegado a Colquis, Jasón, que era muy legalista, informó al rey de su intención de llevarse el Vellocino de Oro. Como no podía ser de otra manera le impuso algunas condiciones. Así habría de uncir a los dos monstruosos toros que lo custodiaban, arar con éllos un campo y sembrar después sobre los surcos, unos dientes que le había entregado la diosa Atenea. Acto seguido debería vencer a la serpiente que nunca dormía por custodiar el pie de un árbol del que colgaba el Vellocino. Todo hubiera sido imposible de no mediar las pócimas y los hechizos de Medea, bajo el compromiso de Jasón de que la llevaría con él hasta el reino de Yolco.

Así fue, por abreviar el relato, como Jason y Medea huyeron en el Argo con el Vellocino hasta Yolco.

Durante el viaje tuvieron que huir de la persecución de los Colcos, sufrir tempestades, el ataque de las sirenas, el de los monstruos Escila y Caribdis y el ataque del gigante Talos.

En la paz de Yolco tras haber entregado el Vellocino a Pelias, entre Medea y Jasón tramaron la muerte del rey. Para ello Medea convenció a las hijas de Pelias de que ella era capaz de devolver la juventud a su padre si lo partieran en pedazos y lo cocieran, así lo hicieron. Al descubrirse el atroz engaño Jasón y su amada fueron desterrados a Corinto en donde fueron hospedados por el rey Creón. Allí tuvieron tres hijos. Tras varios años en paz y armonía, Creón ofreció a Jasón la mano de su hija Glauce, para que así fuera rey.

Jasón que como hemos dicho era un legalista, se deshizo sencillamente de Medea al declarar su matrimonio con ésta no válido en Corinto por ser extranjera. Medea montó en cólera asesinando a Glauce, a Creón y a sus propios hijos, y después huyó a Atenas.

El traidor Jasón se quedó en Corinto tras la marcha de su esposa, después de lo mucho que élla había hecho por él.

Al fin le llegó la muerte, dicen al caerle sobre la cabeza un madero del Argo, que se arruinaba año tras año y a donde le gustaba ir a pasar las horas recordando tiempos felices.

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