Huesca

La descripción que hoy aparece aqui pertenece a «Fátima», una novela de Antonio P. Bueno. En ella se habla de la ciudad de Huesca durante la edad media.

«Wasqath se apiñaba en torno a la mezquita principal, ubicándose sobre una eminencia inclinada de unas setenta varas de altura, alrededor de esta meseta se extendían sus calles, en las que se situaban animados bazares y prósperas industrias, formando casi un círculo abierto hacia el norte, por lo tanto con esta ubicación y conformación, conseguía la ciudad tener para su defensa, todos los horizontes abiertos y despejados. A la vez que esto se erigía como en el centro de una hoya rodeada de sierras lejanas, a excepción de la de Gwaara hacia el norte. Su territorio confinaba con el de Barbitania y la distancia que la separaba de Saraqusta era de unas cincuenta millas. El clima solía ser destemplado en todas las estaciones, pues era muy corriente sufrir forzados cambios de temperatura a lo largo del día o de la noche, aunque por lo general ni el frío ni el calor solían ser extremados, con frecuencia solían soplar los vientos cálidos del sur o los fríos del norte. Un río ceñía la parte este de la población pasando por las termas, de las que el agua sobrante iba a parar a una acequia para el riego de jardines. Las proximidades de la ciudad en donde se situaban las huertas y los campos, estaban surcadas de acequias y cauces de riego que inundaban todo el término de verdor y de exuberantes vergeles de árboles frutales, entre los que descollaban por su dulzura los perales y los acerolos. El ambiente el colorido y el aspecto alegre de estos alrededores, contrastaban notablemente con la austeridad de la doble muralla de piedra, de más de ocho mil pies de longitud, que circunvalaba a la ciudad en todo su perímetro, elevándose varias varas sobre el escarpe en el que se asentaba la misma y era de tal grosor que por arriba de su coronación, podían pasear dos hombres armados sin que se impidieran el paso al encontrarse; de trecho en trecho a distancias de un tiro de flecha se elevaban noventa y nueve torres sobresalientes de la misma y bastiones fuertes, con lo que aparentaba ser una plaza inexpugnable, que abría no obstante sus brazos al viajero a través de nueve puertas, flanqueadas con arcos y torres para defenderlas.»

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