El Candelabro Enterrado es una novela corta de Stefan Zweig de 1937.
Narra las vicisitudes de un símbolo y reliquia a la vez del pueblo judío, la Menorah o candelabro de siete brazos, expoliado del Templo de Salomón. Esos hechos se exponen a través de la vida de un niño, el último judío que consiguió ver la Menorah, antes de que se la lleven de Roma los vándalos, que se convierte en el predestinado anciano Benjamín Manerfesh.
La importancia del candelabro es de tal magnitud que es de alguna manera el símbolo que conforma la idiosincrasia del pueblo judío.
Describe retratos psicológicos de los personajes en grupo y sobretodo de Benjamín, traspasados por la religión que todo lo rodea y que sustenta la vida del pueblo judío.
Aunque por sus propias declaraciones no recibió una educación judía, aparece como un profundo conocedor del alma de ese pueblo.
En esta novela se aprecian sus convicciones antibelicistas, tampoco se observa un espíritu de revancha como podría caber, en la actitud de Benjamín Manerfesh y sí un espíritu tolerante, ejemplo en su entrevista con el emperador en Bizancio
En ella se aprecia la brillantez de su prosa y lo particular de su estilo, en el que se nota la influencia del modernismo europeo.
Su prosa deja entrever que Stefan fue un hombre cultivado, doctor en filosofía que se relacionaba con las vanguardias culturales, gracias también, no cabe duda a que procedía de una familia acaudalada
Para un lector actual, más acostumbrado a la lectura rápida, la narración puede hacerse pesada a veces por lo reiterativa, recuerda a menudo a Thomas Mann, de quien fue amigo.
A lo largo de la lectura se echa a veces de menos llegar pronto al final, e incluso el lector puede estar tentado de pasar alguna página más deprisa.