La fraga de Cecebre
Cada vez son más las voces que claman, cada vez son más las plumas que escriben, cada vez son más los que se quejan de que aquí no se lee nada.
Hace pocos días he leído en la sección Tierra de Nadie y concretamente en: http://blogs.publico.es/escudier/2016/10/tonto-el-que-lo-lea/ que Juan Carlos Escuder escribe lo siguiente:
«… Los datos son escalofriantes: un 36,1% no lee nunca o casi nunca y de quienes lo hacen un 20,1% se pone a la tarea tan sólo alguna vez al trimestre. Si han decidido montar una librería intenten reciclarse hacia el tráfico de influencias porque la media de lectura para un 47,7% es de entre uno y cuatro libros al año y, posiblemente, no todos serán comprados. Así se explican muchas de las cosas que nos ocurren…»
Algunas bibliotecas públicas, concretamente la de mi pueblo desarrolla estos días, otros también, una campaña de ánimo a la lectura. Desgraciadamente no será suficiente ¿o sí…? Y es que la gente sí que lee, pero los mensajes cortos de las redes sociales. Nada que ver con la lectura sosegada y formadora, la que enriquece nuestro espíritu.
Para leer hay que hacerlo en silencio y si es posible en soledad.
Los transportes públicos, las salas de espera de los ambulatorios, la cola del paro, la del pan, la reunión de coleguillas, o la toalla de la playa se han convertido en las nuevas bibliotecas. Nuevas bibliotecas, si, pero del cotilleo.
Yo leo desde que encontré mi primer libro en un desván. Hacía poco que había empezado a juntar las letras. Más tarde unos Reyes Magos me regalaron un libro que hablaba de las maravillas del mundo submarino. Desde entonces ya no he parado de leer ¡qué le vamos a hacer! No cuento aquí cuantos libros leo al año para no parecer un bicho raro.
Me animó más en su día a lectura, el hecho de leer trozos seleccionados por otras personas. Antologías que te invitaban a continuar, eso creó en mí el hambre de leer.
Hace algún tiempo estrené en este blog unas secciones llamadas:
Crítica de libros y Descripciones con el ánimo de que si alguien las siguiera, pudieran resultarle como un camino para empezar a leer las obras que yo sugería a través de esas secciones.
Si consigo que una persona lea algún libro, me daré por satisfecho.
No voy a parar y por eso transcribo a continuación una descripción que me parece apropiada para abrir boca:
«…La fraga es un ser hecho de muchos seres. (¿No son también seres nuestras células) Esa vaga emoción, ese afán de volver la cabeza, esa tentación —tantas veces obedecida— de detenernos a escuchar no sabemos qué, cuando cruzamos entre su luz verdosa, nacen de que el alma de la fraga nos ha envuelto y roza nuestra alma tan suave, tan levemente como el humo puede rozar el aire al subir, y lo que en nosotros hay de primitivo, de ligado a una vida ancestral olvidada, lo que hay de animal encorvado, lo que hay de raíz de árbol, lo que hay de rama y de flor y de fruto, y de araña que acecha y de insecto que escapa del monstruoso enemigo tropezando en la tierra, lo que hay de tierra misma, tan viejo, tan viejo, tan oculto, se remueve y se asoma porque oye un idioma que él habló alguna vez y siente que es la llamada de lo fraterno, de una esencia común a todas las vidas…»
El bosque animado
Wenceslao Fernández Flórez