Cuento del mar, o de las ninfas
Sopla viento del noroeste, un verde plomizo tinta la superficie del mar desusadamente callado, a excepción de algún gruñido entre las rocas escondidas, que recuerdan que una vez se hundió tanto el valle, sobre el que ahora se asienta la marina extensión rodeada de montañas, que dio paso a que Océano lo inundara.
Este, Océano, tras muchos años e incluso eras y eras de insistir y de contarle sus deseos y su amor a su adorada vecina Gaia, consiguió por fin unirse a ella y de su vínculo nacieron unas hermosas ninfas a las que pusieron por nombre algunos tan bonitos como Calipso, Clímene, Anfiro, Toa, Yanira, Creusa, y muchas más de apellido Oceánidas.
Gaia, su madre, tantas historias les contaba de la tierra, que durante miles y miles de años le pedían a su padre que les llevase alguna vez a conocer los lugares de los que hablaba su madre, pero siempre les ponía excusas, que si ahora no tenía tiempo porque tenía mucho trabajo, que si ahora tenía que ir a la guerra a ver cómo marchaban sus conquistas en costas lejanas, que si tenía una reunión en las altas esferas, que si…
En las noches de tormenta, cuando para superar los temores, se refugiaban en cuevas construidas por el coral, se protegieron allí del fulgor de los rayos y se escondieron ante las tempestuosas batallas que su padre libraba con los dioses del rayo y con el del viento sobre la superficie del agua.
En una de las batallas, Océano, al lanzar un golpe para desviar el estallido de mil rayos que le lanzaron sus enemigos, no pudo frenar a tiempo el impulso de su poderoso brazo y le dio un golpe a Gaia.
Sorprendido por el daño tan grande que había hecho, al querer socorrer a su amada, perdió la batalla. Estuvo muchos miles de años cautivo y durante ese tiempo derramó amarga y desconsoladamente tantas lágrimas por la muerte de Gaia, que inundaron a su amada; desde entonces él, Océano, lame y besa tiernamente la hendidura a través de la que penetró en el valle, y también sus hijas las Oceánidas subieron río arriba muchos años después como en peregrinación a los lugares de los que hablaba su madre, y se extendieron por todos los ríos, fuentes y lagos, siendo desde entonces y como para ayudar a su padre en su penitencia, y en honor a la memoria de su madre, celosas vigilantes y cuidadoras de sus aguas, por esa razón escuchamos el silencio que rodea a las fuentes ocultas de cristalinas aguas, por esa misma razón el agua de los lagos permanece misteriosamente quieta durante las noches de verano.
Si estamos atentos en algún momento, veremos pasear a una ninfa reflejada fugazmente entre dos aguas, gracias al reverbero de la luna y el fondo de sus aguas claras.