Hace pocos días inmerso en mis cíclicos arranques de limpieza y expurgación anual de papeles o de escritos viejos y otras cosas, me he encontrado con una cuartilla encabezada por el título de arriba, escrita por las dos caras y rasgada de arriba abajo, los dos pedazos estaban entre las hojas de un libro de texto de Filosofía, por lo que he vuelto a mis años de bachiller, tendría yo entre dieciséis o diecisiete años, calculo.
Después de leer esas líneas, me ha asaltado un cierto sentimiento de nostalgia y de posible cariño, preguntándome porqué escribiría yo aquel texto, y para qué o quién.
Me imagino que no lo tiraré. Ahora las dos mitades descansan sobre mi escritorio, y me dispongo a transcribirlas para que, si al final van al reciclaje o al fuego, al menos quede aquí constancia de su existencia, o como pequeño homenaje, uniendo aquel momento de mis dieciséis años, con este cincuenta y cuatro años después.
He respetado los signos de puntuación del texto original, y descubro que algo, aunque poco, he aprendido.
Ahí va:
Siempre los hombres, a través de los siglos, han ido ganado terreno. Y así han ido descubriendo nuevas leyes, han descubierto también nuevas tierras, y también a la par que todo esto, nuevas y misteriosas razones que se querían negar rotunda y a veces profundamente, contra el afán del paso conquistador del hombre; en cuanto esto sucedía algunas veces, este hombre, que era la perfección de la Creación —si las condiciones eran favorables, adversamente, como ha sucedido a través de la historia—, se paraba y no seguía adelante, como un niño en la oscuridad.
Año 941 de la era cristiana.
El demonio, las fuerzas ocultas de la naturaleza y las malvadas hechiceras, están para hacer mal a los hombres; disponen de extrañas hierbas, esencias de animales… y conjuros que solo ellas conocen.
Son tiempos de ignorancia, de guerras, de hambre, …y de miedo, pero ¿qué va a ocurrir? ¿qué pasará si llega el año 1000? —como irremediablemente llegará—.
Ya pasaron los años sombríos, y ahora, todo es una nueva primavera, es el volver a nacer, es el Renacimiento. ¡Ah qué años más maravillosos! Se vuelven a revivir las antiguas costumbres griegas y romanas; todo crece con el ímpetu de este nuevo pensamiento, la literatura, escultura, arquitectura, pintura., medicina, modas, costumbres, todo en una palabra, todo aquello que lo que tiene vida, y los hombres sueñan con volar, y al no encontrar el secreto de las leyes físicas, se niegan a seguir; algunos médicos mueren en hogueras víctima de los que a veces era sus víctimas; otros hombres, encuentran metales asombrosos, otros dicen, que son capaces de convertir lo que quieran en oro, y así, Paracelso busca la “piedra filosofal”, los Rosacruz buscan el nuevo sistema de vida para el mundo “algo” que nos haga cambiar —tal vez ellos tengan razón— pero los que no son ellos los persiguen.
Y así siguieron y siguieron miles de cosas más, que a unas en nuestra carrera les hemos arrancado sus más profundos secretos, y a otras las hemos dejado en el rincón más polvoriento del cerebro de la humanidad, como al libraco de páginas amarillas. Saquemos a la luz las supersticiones del rincón polvoriento de la mente de la humanidad y al pasarlas por una descifradora electrónica, nos de una insensatez por resultado, entonces al reírnos por fuera, tal vez sintamos “villano temor” por dentro.