Firmin, o el homenaje a los lectores
«…Mi devoración, al principio, era tosca, orgiástica, descentrada, cochina —me daba igual emprenderla a mordiscos con Faulkner que con Flaubert—, pero pronto empecé a percibir sutiles diferencias. Me di cuenta, al principio, que cada libro poseía un sabor distinto —dulce, amargo, agrio, agridulce, rancio, salado, ácido—, y según fue pasando el tiempo y mis sentidos […]
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