“…Por muy esplendorosa que sea la aurora que ilumine su vida, de todos modos, a fin de cuentas, le meterán en un ataúd y lo tirarán a un hoyo.
—¿Y la inmortalidad?
—¡Por favor!
—Usted no creerá, pero yo sí. No sé si fue Dostoievski o Voltaire el que dijo que si Dios no existiera, los hombres lo inventarían. Y yo creo profundamente que si la inmortalidad no existe, tarde o temprano la inventará la poderosa inteligencia humana,
—Eso está bien dicho —contestó Andrei Efímych, sonriendo de satisfacción—. Está bien que…”
Diálogo entre Iván Dmítrich y Andrei Efímych en El Pabellón nº 6, novela corta de Antón Chéjov.
Hace unos días terminé de leer esta novela que sorprendentemente hacía años que la tenia abandonada, seguramente porque hubo un tiempo en que me cansé de leer a los autores rusos o más bien desconozco la razón. El caso es que me llamó la atención, sin entrar a valorar aquí la obra, que ya en 1892, año en que Chéjov la escribió, pusiera en boca de Dmítrich ese convencimiento de que la inmortalidad sería inventada por la poderosa inteligencia humana.
Hay que señalar que Chéjov además de escritor fue médico, y en la novela también lo es Efímych. Recordé tras esta lectura que hacía unos años, en nuestra época, ya los periódicos hablaban de esto. Me lancé en brazos de San Google, y ahí estaba, sí.
En 2017 apareció en la prensa la noticia de que un tipo, casualmente ruso y también llamado, Dmitry Itskov, había señalado el año 2045 como fecha en la que alcanzaría la inmortalidad. El tal Dmitry es dueño de un imperio, magnate de la información, y ha puesto todo su dinero, a trabajar por conseguir lo que se propone. A la vez está consiguiendo capital externo y el apoyo de corporaciones, incluso el de figuras relevantes del mundo y el de prestigiosos investigadores. No hay que olvidar que Google, por poner un ejemplo conocido, trabaja también con universidades en el desarrollo de la inteligencia artificial, de manera similar otras corporaciones como Apple, IBM o Microsoft, trabajan en proyectos parejos.
La bioingeniería trabaja en tener listos en unos años, robots que sean autónomos e interactúen con el entorno, cosa que ya parece existir, de hecho, hemos tenido ocasión de ver actuar a robots como servidores personales, o como informadores en aeropuertos, por ejemplo.
En definitiva, estamos ante el viejo sueño del ser humano de burlar a la muerte. Aunque mucha gente pueda pensar que esto no puede traer nada bueno, el proyecto de Itskov se desarrolla en cuatro fases o avatares por las que transitar, primero una copia robot de un cuerpo humano con conexiones cerebro-computadora, y tras una serie de transformaciones y mejoras en las que se incluyen la desaparición de las enfermedades biológicas, llegar al avatar máquina eterna final tipo holograma.
Dicen los científicos que lo verdaderamente complicado para la inteligencia artificial, es simular la experiencia, ya que esta se basa en el transcurrir del tiempo que lleva a los seres vivos a la muerte, por esto es posible que la inteligencia artificial al imitar a un humano y reemplazarlo, es probable que no pueda tener idea de lo que es la experiencia de la existencia, en consecuencia parece que vamos hacia una perpetuidad con muchos datos, pero desconociendo el sentido de la vida y de la inmortalidad. Ya veremos, ¿o no…?